2 de octubre de 2010

La gente estaba pidiendo disfrutar / Matilde Asensi

La escritora española Matilde Asensi, fenómeno de ventas en Europa, habla de su nueva novela, Venganza en Sevilla -protagonizada por una mujer pirata-, segunda entrega de una trilogía inspirada en su pasión por los episodios poco conocidos de la historia colonial iberoamericana.

Luego de seguir la pista de la Orden del Temple en la Europa medieval, imaginar una civilización perdida en la selva amazónica y descifrar secretos milenarios en el corazón de China, entre otras aventuras, la escritora española Matilde Asensi, fenómeno de ventas en Europa, decidió crear un pirata digno de osadas tropelías en las colonias caribeñas de principios del siglo XVII. Aunque el subtítulo de Tierra Firme, el primer volumen de su nueva trilogía, es La vida extraordinaria de Martín Ojo de Plata, el pirata resulta ser en realidad Catalina Solís, una joven huérfana que para huir de un matrimonio no deseado debe cambiar de sexo y adoptar la identidad de Martín, su hermano muerto en altamar. Mientras que aquella novela relata sus aventuras como marinero al servicio de su padre adoptivo, Esteban Nevares, un comerciante criollo de Santa Marta, Colombia, su nuevo libro, Venganza en Sevilla (Planeta), la lleva a tierra española, donde deberá vengar la muerte de Nevares a manos de la familia Curvo, mercaderes y traficantes de metales preciosos obtenidos en las colonias. En diálogo telefónico con adncultura, la escritora cuenta cómo este personaje nació de su pasión por los episodios poco conocidos de la historia.

-Estaba leyendo sobre el descubrimiento de América y encontré algunas cosas que me llamaron mucho la atención. En España, la historia de las primeras colonias americanas es bastante desconocida. Se nos ha enseñado el descubrimiento, los viajes de Colón y las guerras de independencia de los países americanos, ya en los siglos XVIII y XIX. No sabemos mucho más. Me llamó la atención cómo eran aquellas pequeñas colonias de cuarenta o cincuenta vecinos que ahora son enormes ciudades latinoamericanas, muy pobladas. La segunda sorpresa que me motivó a escribir la trilogía fue saber que los habitantes de esas colonias eran emigrantes españoles que buscaban una vida mejor, porque en España había una miseria impresionante. Cruzaban el Atlántico jugándose la vida, como hoy cruzan en patera el estrecho de África a España. Estos datos, desconocidos en España porque no forman parte de la educación formal, despertaron mi curiosidad. Empecé a investigar sobre piratería y sobre esos primeros cien años de la colonización española.

-¿Cómo nació el personaje de Catalina Solís, que se transforma en Martín Nevares?
-La literatura del Siglo de Oro español recogió como personaje la figura de la mujer travestida de hombre, que en el teatro aparecía en situaciones de comedia. Pero descubrí que también era una realidad social. En la España del siglo XVII, la religión era una auténtica dictadura para la mujer, que no podía ni salir a la puerta. La única manera que tenían las mujeres de hacer una vida diferente era disfrazarse y escapar. No es que lo hicieran todas, pero sí había algunas que lo hacían para huir del encierro en su casa, con salidas sólo para ir a misa los domingos. No salían ni para hacer compras; los esportilleros, llamados así por el cesto o "esportillo" de mimbre para cargar mercadería, les llevaban la compra. Era muy difícil poner como protagonista de una novela a una mujer del siglo XVII porque no tenía la suficiente autonomía. Sin embargo, utilizando este personaje común del Siglo de Oro, la mujer travestida, podía hacer lo que quisiera. Mi personaje, Catalina Solís, cuando se viste de Martín, su hermano que muere en la primera novela, puede viajar, gobernar una nao y concretar su venganza.

-¿Hubo algún modelo real para el personaje?
-Sí. Siendo un personaje común en aquella época, no sólo en la ficción sino en la realidad según me documenté, era raro que no se hablara de ellas. Investigué quiénes eran y encontré a Catalina de Erauso, la "Monja Alférez", pero era un personaje de un tiempo posterior y no me decía mucho. Seguí leyendo y encontré a una mujer que fue el referente para crear a mi Catalina, Isabel Barreto de Mendaña, adelantada de las Indias. Fue la esposa de Álvaro de Mendaña, el descubridor de las islas Salomón. Su marido murió durante la travesía; entonces ella comandó toda la flota. Como los capitanes se oponían a que una mujer les diera órdenes, ella se vistió con las ropas de su marido y tomó el mando hasta las islas Filipinas, cruzó el Pacífico y volvió de regreso a América. El rey, agradecido, tuvo que nombrarla adelantada de las Indias y almiranta de la flota. Hay mujeres, como ella, de las que nadie se acuerda, aunque se recuerde a sus maridos. Aun siendo personajes excepcionales, caen en el olvido.

-Sus relatos toman muy distintos momentos históricos. ¿Por qué eligió para la historia de venganza de Catalina Solís la Sevilla de principios del siglo XVII?
-En la primera novela de la serie, Tierra Firme, traté el tema que me interesaba entonces, las pequeñas colonias del Caribe fundadas por los españoles poco tiempo después del descubrimiento. Sobre todo el comercio, el modo de vida de la gente de allí y cómo subsistía a pesar del desastre administrativo de los reyes Carlos y los Felipe, los Austrias menores. Felipe III tuvo tres o cuatro bancarrotas pese a todos los tesoros que llegaban de América. La gente que había partido al Nuevo Mundo en busca de una vida mejor no tenía ni lo necesario para subsistir. Por ejemplo, para subir los precios de las telas se enviaba poca cantidad desde España, así que los americanos terminaban haciéndose ropas con las cortinas. Me parecía interesante contar ese tipo de cosas y hablar de la primera mezcla criolla de españoles con los indígenas de la zona, que se consideraba española y adoptaba el modo de vida europeo. En el tercer libro tengo pensado contar cómo Catalina Solís se transforma en pirata, así que para que no hiciera aguas el proyecto, en este segundo tenía que contar lo que pasaba en la metrópoli. Los españoles sentimos cierta culpabilidad por haberos robado tantas riquezas a vosotros los latinoamericanos. Nos sentimos responsables de esa expropiación. Pero luego, leyendo, me di cuenta de que el pueblo español no había tocado nada del oro de América; en España la gente se moría de hambre. Es la época de la picaresca. El pícaro es un personaje buscavidas que se roba el mendrugo de pan para comer, tirado al mundo por padres que tienen once hijos y demasiada pobreza para alimentarlos. Cuando estudié en el colegio o en la universidad, nadie nunca me enseñó que esa situación de miseria que vivía España y que obligó a la emigración al Nuevo Mundo ocurría al mismo tiempo que llegaban tantas riquezas de América. Quería contar a los españoles y a los latinoamericanos que fueron la Corona y la Iglesia los que se llevaron todo. En España la gente se queda muy sorprendida de esa realidad. El rey recibía esas riquezas pero no las invertía en mejorar la calidad de vida del pueblo, favorecer la industria o asegurar un comercio saludable, sino en financiar guerras, y estaba endeudado con todos los países europeos. También la Iglesia gastaba fortunas en grandes catedrales, pero todo se hacía con préstamos bancarios y los intereses se comían el dinero de América. Era una crisis como la que sufrimos ahora en todo el mundo. Esto es importante saberlo para mejorar también nuestro mutuo aprecio. Parece una tontería, pero todavía queda ese resquemor y esa culpabilidad.

-En sus novelas hay una mirada crítica de la historia, no sólo sobre las diferencias sociales y la economía española, sino también sobre la situación de la mujer, la opresión de la Iglesia y la corrupción dentro del poder.
-Siempre hago esas críticas. Escribo género de aventuras, pero si no leéis rápido buscando el final, os daréis cuenta de que hay muchas cosas bajo el argumento. Es una cuestión personal mía: cursé estudios universitarios de periodismo, he cumplido todos los ciclos educativos y aun así me han contado muy mal la historia. Me da mucha rabia, no puedo soportar argumentos simplistas basados en mentiras históricas. No es casual que la novela histórica arrase en España y en toda Europa. La gente está hambrienta de conocer la verdad. Si al utilizar la historia en nuestros argumentos los escritores trabajamos con buena documentación y con fidelidad, la gente aprende y lo agradece muchísimo. Ha llegado el momento en que todos podemos tener nuestro propio criterio, porque contamos con buena información. Y la buena información llega a través de la literatura más que de la enseñanza, que está totalmente manipulada. Mi interés es escribir relatos de aventura atractivos, no hacer crítica histórica, pero cuando hay una injusticia o una mentira lo pongo ex profeso.

-¿Cree que la novela histórica debe cumplir una función pedagógica?
-No me lo planteé así al escribir. Ha sido a través de los propios lectores. En las firmas de libros o conferencias, me sorprendí cuando los lectores decían aprender mucho con mis libros. No es mi objetivo, es una satisfacción añadida. Disfruto mucho con lo que aprendo al preparar mis libros y deseo que el lector le pueda sacar el mismo provecho.

-¿Cómo realiza sus investigaciones históricas?
-Leo muchísimo. Cuando encuentro un tema que pica mi curiosidad, me dedico a investigar literatura especializada. Así se va centrando cada vez más el asunto y aparecen ideas y personajes. Varias librerías me proveen de bibliografía histórica. Es una búsqueda un poco compulsiva. En algunos casos, cuando no hay suficiente bibliografía o es de acceso sólo para académicos, consulto directamente a especialistas en el tema. Para este libro consulté a Enriqueta Vila Vilar, que es la especialista número uno en la historia de los banqueros de la Sevilla de los siglos XVI y XVII. Tiene numerosos trabajos sobre el comercio de Indias y la esclavitud en América luego del descubrimiento. Me dio cantidad de información. La lectura y la documentación son lo que más disfruto.

-¿Cómo advierte que un tema puede ser fructífero literariamente?
-Me ha quedado un poco el instinto periodístico. Estudié periodismo y trabajé muchos años en los medios de comunicación. En el periodismo tienes que encontrar el corazón de la noticia y expresarlo en un titular. El ejercicio de tantos años me ha dejado una intuición de que algo puede ser interesante para investigar. Después de tantos años, creo que por suerte he acertado en detectar temas que me apasionan y que pueden apasionar a los lectores.

-En Venganza en Sevilla hay también una reconstrucción de la lengua de la época. ¿Cómo la elabora?
-Todos los días, antes de ponerme a escribir, leo fragmentos del Quijote, que es de 1605, o del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, que murió en América. Alemán salió de España apenas terminó de escribirlo, a fines del siglo XVI. Coincidió con Cervantes en la cárcel de Sevilla y luego partió con los galeones de la flota a América, donde desapareció. Todas las mañanas repaso la obra de Cervantes y la de Mateo Alemán. Cuando siento que se me ha pegado la lengua, las expresiones del Siglo de Oro, me siento a trabajar. Como siempre comienzo corrigiendo lo escrito el día anterior, cada día se forma una cadena que se alimenta con la lectura y la corrección. Apunto rápidamente las expresiones graciosas que encuentro para tenerlas a mano en caso de poder usarlas en mis relatos. Es un castellano muy rico, que en España se ha perdido, mientras que en Latinoamérica sobreviven muchas de esas expresiones. Lo he descubierto leyendo y escribiendo con el lenguaje del Siglo de Oro. No es una imitación fiel, sino light, una adaptación; de lo contrario, sería muy difícil de leer.

-¿Por qué decidió hacer una trilogía con este material?
-Porque no lo había hecho nunca. En toda mi obra, que son ocho o diez libros, voy saltando como un canguro, por épocas históricas, continentes, culturas. Son cambios muy grandes y bruscos, porque he ido topando con temas que me interesaban. Pero aquí me detuve a intentar contar más de una historia con los mismos personajes y la misma documentación. Me preguntaba si sería capaz de cumplir ese reto. Lo hablé con la editorial y me propusieron una trilogía. Lo acepté pero no quise hacer una historia en tres partes sino tres relatos distintos, que era el desafío que quería cumplir.

-¿A qué atribuye el éxito de ventas que ha tenido en España?
-Creo que se trató de estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. Cuando empecé a publicar, hace diez, once años, la población lectora española era de un dos por ciento. Al día de hoy, según los datos del Ministerio de Cultura, en España somos un cincuenta y cuatro por ciento de lectores. No estoy diciendo que haya sido cosa mía, pero hacía falta un tipo de literatura que enganchara a los lectores. Que los atrapara, que les apeteciera tomar un libro y tirarse inmóviles a disfrutar de una historia por horas. La gente quería leer, pero no había una literatura que le aportase o le hiciera disfrutar. En España hay mucha literatura social y de reflexión, pero no había géneros. Nunca habían funcionado aquí, como tampoco funciona la poesía. De repente, apareció Arturo Pérez-Reverte, luego yo y más tarde algunos más, que llenamos ese espacio. Llegamos en el momento justo, porque la gente estaba pidiendo disfrutar y no sólo sufrir con la literatura. Había una necesidad y nosotros aparecimos allí.

Por Martín Lojo
De la Redacción de LA NACION

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