30 de mayo de 2012

Entre el libro en papel como “objeto precioso" y los nuevos soportes

Por Estanislao Gimenez Corte para diario El Litoral

Alguna vez sucedió, o nos quisieron hacer creer que sucedió, que dos palabras históricamente unidas, entremezcladas, afines, devinieron antónimos: jóvenes y libros, lectura y juventud, se escindieron, se separaron, se distanciaron, se transformaron en una suerte de contradicción u oximorón. A la distancia, podemos preguntarnos si efectivamente eso es así, si alguna vez lo fue, si lo será. ¿Fue un lugar común, un prejuicio, un malentendido, un cliché? ¿Fue quizás un reflejo del posmodernismo, de los años 90‘s, de las nuevas tecnologías, de la anomia que se atribuye a la juventud, de los cambios de costumbres generacionales? Depende a qué cifras acudamos, empero, la balanza va para uno u otro lado: los mayores se escandalizan por la inepcia de muchos jóvenes para la lectura, pero a la vez, cientos de miles leen. Leen con fruición a clásicos del boom, o a Shakespeare, o historia política. Que la desaparición del soporte papel, que la crisis del libro, que la irrupción de internet, que el fin de la lectura. Entre decenas de epitetos similares, se repite con cierta porfía que lo impreso ha sucumbido a la pantalla y que entonces ese objeto rectangular, de peso variable, de olor a cierto pasado fresco, rayado o anotado o doblado, ese objeto esencialmente bello, ese objeto romántico, va a desaparecer. Y sin embargo, aquí y en tantas otras latitudes, se siguen abriendo librerías: librerías de viejo, especializadas, masivas; librerías de todo pelaje, tamaño y naturaleza. Santa Fe no es la excepción. Los ejemplos, si no numerosos, son variados. Dos de ellos son encarnados por Luis Escobar (Palabras Andantes) y Daniel González (Del Otro Lado), ambos de 33 años, libreros jóvenes movidos por la pasión pero también por la pericia para escudriñar qué sitio le dará este tiempo a la palabra impresa.

NUEVAS TECNOLOGÍAS, NUEVAS EDITORIALES ¿NUEVO MERCADO?
González opina que “han variado mucho las condiciones (del acercamiento de los jóvenes a la lectura), los hábitos; todo (en torno del libro) ha mutado de una forma extraordinaria (...) pero no necesariamente ello se traduce en términos de crisis del libro”. “El libro -explica- como bien cultural, también ha tenido un proceso particular: se ha hecho más caro, y quizás hace treinta años se accedía de manera más fácil (...)”. Escobar, por su parte, entiende que “ha cambiado mucho el contexto (...) la industria editorial y las posibilidades de publicar han cambiado mucho entre los noventas y la actualidad”. Consultado sobre si estos cambios se relacionan específicamente con las nuevas tecnologías, el titular de Palabras Andantes refiere que “es complicado. Por un lado tiene que ver con las nuevas tecnologías, la lectura de blogs, el e-book. Con las posibilidades de entrar al libro por otros lados. Hay una mayor socialización de la tecnología, pero también un cierto mejoramiento en lo económico que repercute en lo social (...)”. A su turno, González sostiene que “el contexto económico cambió totalmente y el mundo editorial también. Por un lado hay una fuerte concentración (las grandes cadenas de librerías), pero paralelamente hay una proliferación enorme de pequeñas editoriales (...) que tienen dificultades por escalas, que pueden editar pero no pueden estar presentes en todo el país. Pero sí hay una extensión de posibilidades técnicas”.

APOSTAR AL LIBRO...
Cómo es que deciden “poner” una librería en un contexto que, a priori, no parece lo suficientemente beneficioso, preguntó este diario. Escobar reitera que “hay una gran concentración de cadenas y librerías. Pero también está la posibilidad de pensar espacios alternativos, en donde se privilegia el trato directo con el lector. En la fragmentación del mercado también surgen posibilidades”, sostiene. El titular de Del Otro Lado completa la idea: “creo que las grandes cadenas tienen como una lógica de no-lugar. Desaparece el vínculo entre el librero y lector. Allí aparecen los lugares como el nuestro, que apuestan a la identidad y al vínculo”. A continuación, ambos entrevistados revisitan su propia historia como libreros jóvenes, y señalan las peripecias de un trabajo que, al unísono, indican como una suerte de prolongación del amor a los libros. “Hay mucho de eso, es la base de todo”, confirma Escobar. González lo dice a su modo: “Para mí es un sueño, siempre fue un sueño. Laboralmente empecé a trabajar en librerías de otros, en Rosario. Recuerdo el día en que me llamaron para entrar a trabajar a una librería y para mí fue como, eso, como cumplir un sueño”. Con el devenir de esta década, González armó una librería en España, en 2006, pero en 2009 volvió al país: “ví venir el frente de tormenta”, ilustra. La historia de Escobar es similar a la de cientos de jóvenes argentinos: “estudiaba Historia. Y a partir de 2002, tenía que abrir una posibilidad laboral. Lo indemnizaron del trabajo a mi viejo y me prestó un capital. Junto a mi pareja, entonces, golpeamos la puerta de 40000 editoriales, nos atendieron en cuatro, todo con la idea de abrir una librería. Y nos hicimos libreros junto al lector”, recuerda.

... Y A TODO LO DEMÁS A SU ALREDEDOR
En ambos casos, pareciera existir una idea que lleva a ampliar la noción de librería a determinadas iniciativas que trascienden dicho espacio físico. “El libro habilita un montón de cosas -dice Escobar-, es justamente como abrir un libro: una cosa está unida a otra. El tema es cómo hacer para que no sea sólo vender libros. Nosotros, a partir de lazos con la universidad (UNL), abrimos un ‘espacio de ideas’, presentaciones de libros, y tratamos de ir construyendo una identidad”. González da su opinión: “me parece que una librería es un espacio que tiene una incidencia pública. Uno puede hacerse cargo o no de eso. Si bien también es un negocio, tiene muchas aristas a tomar otros riesgos y generar otras cosas”. Por ‘otras cosas’, Escobar y González entienden las presentaciones de libros, conferencias, y hasta el lanzamiento de títulos como sello editorial, que en el caso de Palabras Andantes es un hecho, y que en el caso de Del Otro Lado es un proyecto a mediano plazo. La gente percibe la diferencia, en la creación de un ambiente agradable, en la atención personalizada, asienten ambos. “(la idea es que el libro) no se transforme en una mercancía más, el libro tiene un aura, como decía Benjamin (....)”. “Nuestra idea era crear un espacio que para nosotros fuese nuestra propia biblioteca y abrir las puertas a que circulen otros”, indica González.

Fin

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