20 de mayo de 2011

Gabriel Rolón: “El analista puede jugar con que su escritura transmite muchos sentidos”

Best seller insdiscutido de no ficción, el psicoanalista Gabriel Rolón, famoso por sus intervenciones en radio y tevé, decidió pasarse a la columna de ficción del mismo ranking. Porque con su primera novela, Los padecientes (Planeta) está también entre los más vendidos y leídos.“Nunca quise escribir autoayuda”, dijo.

-¿Quiénes son Los padecientes del título?
Los padecientes son todos, por eso me incliné por ese título. Si leés la novela, que es un thriller psicológico, notás que desde aquellos que parecen estar peor hasta los que parecen estar afuera del asunto lo son.

-¿Qué tan presentes estuvieron los lectores a la hora de la escritura?
Escribí de manera que me gustara mucho a mí, que me hubiera gustado leer la novela, que tiene distintos niveles: podés ver el thriller que discurre y al costado del cual va una trama psicológica o ver –como me han dicho muchos– un libro que vuelca padecimientos, estructuras psíquicas y aprovecha el ritmo de thriller para ir mostrando lo demás. Algunos disfrutan mucho más la parte policial y otros de lo psicológico, incluso han venido con notas con conceptos.

-¿Los padecientes seríamos todos también? Como no hay manera de escapar del dolor…
Aprender a vivir sanamente es aprender a vivir con el dolor. No existe, no solamente en el psicoanálisis, no existe en la vida entera una vida sin dolor, lo cual no quiere decir que uno tenga que ser un padeciente, es decir, que tenga que enfermarse de dolor.

-¿Hay historias reales escondidas detrás de la trama?
Sí, hay, no como en el caso de los libros anteriores que eran directamente historias reales (siempre consensuadas con los pacientes y escritas de modo tal que no se vieran expuestos y que nadie pudiera saber quiénes eran). En este caso no, y me he permitido ir más allá porque no podría haber contado tan a fondo, y comprometer tanto a alguien real. Pero sí es cierto que Los padecientes habla de padecimientos que yo he escuchado muchas veces. Excepto el asesinato.

-¿El delito es el límite? ¿Cuál es la necesidad de las personas que cometen delitos de llevarlo al análisis?
Antes se decía que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen… por miedo, a ver si se olvidó algo, y yo diría que también porque tiene necesidad de ser descubierto. Excepto que uno esté frente a una personalidad psicopática, que no siente culpa, cuando hacemos algo malo tenemos alguna necesidad de expiar lo que nos provoca, desde que el mundo es mundo. Por eso la confesión y el perdón de los pecados. Hoy la gente lo cuenta en otros ámbitos, por cuestiones creo yo que obvias, porque nosotros los analistas tenemos un límite al secreto profesional, que tiene que ver con que la vida de alguien está en riesgo. Por lo que si alguien está planeando matar a su mujer, nos vemos en la obligación de denunciarlo, ¿no?

No pasa esto con todos los delitos. Estoy pensando y no conozco ningún analista que haya trabajado más de tres o cuatro años y no le haya tocado una mujer que abortó, y ninguno de nosotros denucia a una mujer que abortó aunque el aborto sea un delito. Entonces, hay maneras de pensarlo también desde la ética, y hay en la novela un dilema ético muy fuerte para el personaje.

-¿Por qué los dilemas éticos son tan atractivos para el lector?
Para nosotros los analistas siempre existe el conflicto. Allí donde no hay un dilema ético, donde no hay conflicto no hay psicoanálisis. En ese sentido, es una novela conflictiva, porque los personajes atraviesan dilemas, siempre tienen que elegir. Esa es la gracia del análisis.

-¿A qué se debe el paso hacia la ficción?
No me gusta quedarme demasiado cómodo en los lugares, y tampoco aprovechar algo porque ha funcionado si ya no tengo deseo. Me he llevado bien con el género de narrar historias reales, aunque lo planteé en un formato que era complejo de ubicar porque nunca quise escribir autoayuda; lejos de la autoayuda, mis libros hablan de chicos que se mueren, de mujeres abusadas, del conflicto y del dolor; no de los consejos para ser más feliz. Y la verdad es que no tenía más deseo, aunque supiera que funcionaba: tenía ganas de escribir una novela, algo nada fácil, porque es una obra de relojería: lo que decís en la página 3 se tiene que sostener en la 300.

Me manejo en la vida yendo en pos de ciertas cosas que deseo. Soy un paciente de más de 25 años de análisis, que siempre en esto de “Y usted qué quiere”, “Y usted qué desea”, y en ese sentido me lo pregunté, ahora que tuve la fortuna que me fue bien con los dos libros anteriores: y la verdad que lo que yo deseaba era escribir una novela.

-¿Hay una búsqueda de reconocimiento en otro ámbito, como el literario?
No, porque estoy seguro de que aunque hubiera escrito el Quijote el ámbito literario no me lo iba a reconocer. He tenido la suerte de que por lo menos no la criticaron, lo cual quiere decir que no la vieron tan mal. Pero uno lleva como ciertas manchas de origen a veces, y esto de haber pasado por los medios, este título supuesto de mediático ya me iba a dejar afuera de ciertas consideraciones y está bien. Siempre he tratado de hacer las cosas lo mejor que podía, y también en esto: escribí la novela lo mejor que pude.

-¿Cómo fue la relación con la lectura y los libros?
No hay un momento de mi vida que no me recuerde con un libro en la mano, desde los libros de chiquito que venían con la forma del animalito. Después tuve una cercanía temprana con la novela, con cierta literatura propia de los 10,11 años como la de Herman Hesse, el descubrimiento muy temprano de Victor Hugo y Los Miserables cuando tenía 14 años y que me marcó para toda la vida; el Martín Fierro, que empecé leyendo por obligación y terminó convirtiéndome en un tipo con ideales nacionales y populares.

-La importancia que da psicoanálisis al lenguaje, ¿qué aporta a la escritura de una novela?
Te puede dar alguna herramienta más, no creo que para escribir mejor. De hecho, hay analistas que escriben bastante mal. Saben mucho pero con todo lo que saben podrían escribir un poco mejor. Sí es cierto que este modo particular de relacionbarse con el lenguaje te aporta otras cosas: mientras que muchas veces un autor va en pos de transmitir un sentido, el analista puede jugar con que su escritura transmite muchos sentidos. Sobre todo si vos escribís, como en este caso, una novela de suspenso, me permite decir algo sabiendo que la gente va a entender este sentido y el otro en el bolsillo para tirarlo dentro de 50 páginas. Es ese jueguito de cosas que se dicen, de palabras que se caen y parecen no importantes… Y el psicoanálisis justamente vive de esto: de rescatar aquello que parece no importante y ponerlo en un lugar de importancia. Cuando alguien tiene un lapsus y dice “mirá, mi mamá… ¡no, mi papá!” “quise decir papá!”, finalmente vamos con mamá. Trabajamos, decía Lacan, con el tacho de la basura del lenguaje: lo que el sujeto deshecha nosotros lo tomamos.

Gentileza Revista Ñ

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