10 de mayo de 2011

El fabuloso Mister Smith

Wilbur Smith es, sin vueltas, uno de los novelistas más leídos y vendidos en el mundo, con más de 100 millones de ejemplares de sus 35 novelas escritas en los últimos 40 años.
Wilbur Smith esta de visita en Buenos Aires para presentar su última novela, Los que están en peligro, un thriller que tiene escenas muy parecidas a lo que fue la captura de Bin Laden contado por los diarios. Es su novela número 33 de una carrera que solo ha conocido el éxito: ha vendido más de 100 millones de ejemplares. Aquí habla de su vida cómo escritor, sobre sus críticos y sobre el proceso mismo de la escritura, entre otras temas.

Cuando Wilbur Smith terminó su carrera universitaria le avisó a su padre, un hombre imponente, dueño de una estancia en Rodesia del Norte (ahora Zimbabwe) de unas 26 hectáreas. Este le dijo a su hijo que se dejara de dar vueltas y que se buscara un trabajo de verdad. Entonces Smith hizo un curso rápido de contabilidad y por unos cinco años ejerció esa profesión. Pero evidentemente su destino era ser escritor. A escondidas escribió su primera novela que fue publicada en 1965 cuando Smith tenía 31 años. Hoy, a los 78, Smith ha publicado su libro número 33, Los que están en peligro, un thriller sobre el rapto (por piratas somalí) y rescate (por un fornido y aventurero ex soldado de los servicios especiales británica) de la hija de una bella y multimillonaria dueña de una enorme petrolera? Acción, sexo, traición y venganza. Smith puro.

Cada una de las novelas de Wilbur Smith ha sido un best-seller. En total, ha vendido más de 100 millones de ejemplares de su obra. Nos podemos imaginar la cara anonadada del padre Smith desde el más allá. Las novelas de Wilbur Smith se dividen en cuatro categorías. Dos sagas que evocan la África colonial, la cual es la musa principal de Smith; otra saga que ocurre en el antigua Egipcio; y una cuarta categoría que son thrillers sueltos (no atados a ninguna cronología o saga) que están situados en el presente.

Smith recibió a la Revista Ñ Digital en la enorme habitación de un lujoso y moderno hotel de la calle Posadas. Es afable y sonriente y se somete a las preparaciones de la filiación (ver video adjunto) con la destreza de un profesional en el tema de dar entrevistas. Este viaje a la Argentina mezcla business con pleasure ya que se presentará (hoy, sábado 7 de mayo) en la Feria del Libro; pero luego zarpará al norte para practicar una de sus actividades predilectas, la caza.

-¿Cuál es la diferencia entre el Wilbur Smith que escribió esta última novela y el que escribió la primera?
-La primera novela, When the Lion Feeds, la escribí a las escondidas, por decirlo de una manera. Tenía un trabajo de tiempo completo, entonces tuve que buscarme tiempo para escribirla. Y, por supuesto, mi matrimonio sufrió por ello y muchas otras cosas… Pagué un precio muy alto por escribirla. Pero valió la pena porque cambió mi vida entera. Fui de ser un empleado a ser desempleado. Y desde entonces que no tengo un trabajo.

La diferencia entre la primera y la última es que ahora me siento más seguro en mi tarea como novelista, se cómo enfrentar un libro, como visualizarlo en mi mente…

No es fácil escribir un libro en los mejor de los tiempos. Y con el paso de los años he ido mejorando mi práctica. El hecho que fue una primera novela le dio un sabor especial. Fue escrita desde el corazón y estaba despojado de los trucos de un novelista — era un cuento contado directamente de un lugar que yo comprendía y de personajes que fueron muy cercanos a mi vida, porque la mayoría estaban basados en mi familia y gente que conocía.

Entonces, ¿La diferencia? La principal diferencia es, claro está, que soy una hombre completamente diferente ahora comparado con el de treinta años que se sentó e intentó a escribir una primera novela. He vivido una vida plena, he visto muchas cosas, he experimentado muchas cosas y he contemplado sobre muchas cosas… Entonces, es un escritor diferente. El Wilbur Smith de ahora no es el Wilbur Smith de hace 47 años.

-¿Cómo le ha cambiado la tarea de escribir después de la revolución digital?
-Hay hecho la vida mucho más fácil. Mis primeras cuatro o cinco novelas fueron escritas a mano, y todas las correcciones fueron también a mano, entonces había tachaduras, flechas por todos lados, escritos en los márgenes; eran un despelote total.

He guardado esos manuscritos originales y creo que valen mucho. Porque me han ofrecido una cantidad importante de dinero por ellos. Por cierto, mucho más dinero que conseguí cuando publiqué los libros originalmente. Pero son parte de mi vida y tienen un lugar especial en la biblioteca de nuestro hogar en Cape Town, donde vivimos.

Por supuesto, el mundo digital es increíble porque si quieres corregir o buscar y cambiar cosas es tan fácil. Hace que el proceso en sí de escribir sea más simple y placentero. No tienes que pensar en el hecho físico de escribir el libro, simplemente tienes que escribir el cuento.

No estoy seguro que eso sea una cosa completamente buena. Porque cuando lo estaba escribieron todo a mano tenía que pensar en cada palabra y cada palabra se tenía que laborar. Y tenías que pensar en la ortografía por que no tenías un spell-check.

Creo que fui muy afortunado de vivir por las dos experiencias, la era pre-digital y, ahora, la era digital… Y creo que toda mi vida fue bien planificada: elegí los padres correctos; elegí el lugar más correcto para nacer — para un escritor, en Africa; y elegí el momento adecuado para empezar a escribir libros y seguir escribiendo libros.

-Dado que su última novela trata de un operativo comando ¿Cómo ha leído las noticias de estos últimos días — la captura de BIn Laden.
-¡Ya lo escribí! Lo escribí en esta novela. ¡Los Seals tomaron mi libro y plagiaron el final!

-¿Tienes un plan a largo plazo sobre qué vas a escribir, ya que tiene varios ciclos de novelas?
Las series crecen por su cuenta… Nunca se cuál va ser el próximo libro. No planifico con anticipación —el libro se tiene que presentarse a mí, los personajes se tiene que presentar en el momento justo… Veremos que pasará.

Hay muchas personas en el mundo editorial que quieren que escriba mi autobiografía. Pero yo siempre contesto que me parece que una autobiografía es el colmo de la pretensión. Si no cambiaste el mundo no tienes derecho de pararte y contarle a todo cuan habiloso eres.

-Una de las características de su escritura son las escenas de sexo. ¿Disfruta esta escritura o la siente como una obligación a sus lectores?
Verás que el hecho sórdido es que me enamoro de todas las protagonistas de mis libros. Entonces, tengo el placer —el placer imaginario, por supuesto— de hacerles el amor.

Ninguna historia es completa sin una historia de amor. Y al haber dicho eso, la parte más difícil de eso es escribir las escenas de amor físico. Porque es tan fácil hacerlas groseras —o desencantar a las lectoras femeninas— entonces tendrías que ser muy suave con eso. Pero yo no soy muy suave. Voy directo al grano y cuento el cuento como debe ser. Entonces sí, las relaciones entre las mujeres y los hombres siempre son una parte central de todos mis relatos.

-Una de las cosas que respeto de usted es que no pide disculpas por ser políticamente incorrecto… Por ejemplo la gente le critica por no hacer un retrato más balanceado del contintent Africano…
África es multifacética. Puedes mirar a África de cualquiera dirección… La gente dice: ¿Por qué no te involucras con los niños con SIDA? Y es que no tengo el tiempo. Siento piedad por los queribles pequeños pero no tengo tiempo para hacerlo todo. No puedo sangrar con cada corazón que necesita que uno sangre con él.

Yo sé lo que me gusta. Tengo puntos de vista fuertes sobre la mayoría de las cosas, desde la religión hasta la literatura; desde la filantropía hasta cazar, por ejemplo; y defiendo esos puntos de vista sin pedir perdón. Y si le ofende a alguien, lo lamento. No fue mi intención ofender, simplemente estoy intentando de vivir mi vida de la manera que me place.

-La caza es un aspecto central, también, de sus novelas. Describe la exitación que solamente cazar puede dar…Es una pregunta media esforzada, pero ¿escribir le causa, alguna vez, una sensación similar?
-Si uno escribe un párrafo o una página es exactamente lo que querías decir — si lo has perfeccionado en tu propia mente— hay una tremenda sensación de satisfacción, una profunda sensación de recompensa que viene conjunto con eso. Cuando he terminado una página y me inclino para atrás en mi asiento, siento la necesidad de pararme y salir para afuera por un rato. Esto suena ridículo pero me descompongo en lágrimas con algunas de las escenas que escribo. Cuando se muere un personaje muy central a la trama — y me hace pensar en la muerte de gente real que conozco. No lloro pero me hacen lágrimas.

Supongo que es como lograr cualquier cosa que es complicado y difícil, y hacerlo bien — a lo máximo de tus habilidades, aunque seas un arquitecto y te quedas parado delante del edificio que diseñaste… Hay esa carga increíble. Ayn Rand fue la primera persona que leí que capturó exactamente la sensación de que Yo estoy haciendo esto de mi manera y lo estoy haciendo de la mejor forma que puedo y creo que lo estoy haciendo bien.
Todo el tiempo pienso que puedo mejorar mis libros.

-¿Les presta atención a sus críticos?
-En mi larga carrera he tenido todo tipo de reseña… Ha habido gente que me detesta por un lado, y por otro lado gente que ha dicho que merezco un Premio Nobel. Ambos son extremos. Si le crees a uno te convertirás en un egomaniático y se le crees a otro se termina tu carrera.

-¿Cómo son sus lecturas actuales y cuáles son tus autores preferidos?
-No puedes ser un escritor sin leer — y leer ampliamente, leer todo de lo que puedas. Cuando era joven era un lector voraz: lo que estaba impreso lo leía. Hasta los libros malos, mal escritos, fueron útiles porque aprendí de los errores allí. Después lees libros perfectos, libros que son maravillosamente perfectos — y de esos también aprendes. Nunca puedes aspirar a ser como los más grandes autores pero si puedes aprender de los autores malos.
Estos días suelo volver a los libros que conozco y amo: como John Stienbeck, Lawrence Durrell, Robert Graves…

-¿Relee sus libros?
-¡Estoy obligado de releer mis libros! Pasan felizmente unos veinte años, y sucede que la trama y los personajes —y hasta los nombres— desaparecen en las neblinas del tiempo. Y la gente me desafía. Una vez, por ejemplo, me senté a cenar con un grupo de estudiantes jóvenes americanos — y eran todos unas mentes jóvenes y alertas, y todos habían leído mis libros hace unos tres meses, y sabían todo. Y me preguntaban sobre una frase particular que había escrito, y me preguntaron ¿cómo justificaba eso? Y me quedé sin palabras. Y me daba cuenta que se miraban entre ellos diciendo: “Este tipo no es Wilbur Smith. ¡Es un impostor!

Por Andrés Hax para Revista Ñ

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