“Me considero un joven novelista, ya que en la ficción recién estoy comenzando”
El filósofo Fernando Savater decidió dedicarse a la narración y presenta su nueva novela.
El gran divulgador español de filosofía, Fernando Savater, autor de más de cincuenta libros, ha dado un giro en su carrera. Su ciclo en las aulas se ha concluido y ha decidido –como lector y como escritor– volver a su primer amor: la ficción. Un fruto de esta vida nueva es una muy entretenida e inteligente novela titulada Los invitados de la princesa . Los “invitados” son los asistentes a un festival de cultura en una república isleña, quienes se quedan varados allí durante una semana como consecuencia de la nube de cenizas de un volcán. En realidad, el libro es un dos en uno. Por un lado, hay siete capítulos en los cuales el protagonista, Xabi Mendia, un joven periodista cultural del país vasco, deambula por el Hotel Universo y la isla de Santa Clara, entre los vanidosos escritores. Intercalados, hay siete cuentos, cada uno de un genero distinto (aventura, fantástico, ciencia ficción, etc). Con un guiño directo al Decamerón de Boccaccio y a los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, estos relatos son narrados a Mendia por distintos personajes de la novela misma.
Hablamos con Savater por teléfono. Desde su casa en Madrid, en vísperas a su viaje a Buenos Aires, confesó: “La literatura ha sido siempre mi verdadero amor. Hice la carrera de filosofía porque en aquel momento en las facultades españolas no había una carrera de literatura, pero siempre estaba allí el amor a los cuentos y la narración y la ficción. Entonces decidí que cuando terminara mi carrera académica me iba a dedicar fundamentalmente a la ficción.” ‑En el libro hay un personaje que dice: “Para no leer un libro, cualquier libro, basta y sobra una sola razón: la existencia de todos los demás.” Le pregunto en el mismo espíritu: ¿Por qué deberíamos leer su novela?
‑Yo creo que es un libro que celebra el placer de leer. Es un libro que pretende ser un entretenimiento inteligente. Me ha sorprendido que, muchas veces, cuando mis amigos, hablando de una película o de un libro, me dicen: “Es una tontería pero es muy divertido.” Bueno, a mi las tonterías nunca me divierten. Entonces, yo he intentado que este libro sea algo que entretenga y conmueva y emocione. Pero por otra parte que no humille la inteligencia del lector. Sino que le lleve a un poco de reflexión y a un poco de visión irónica de muchas supersticiones modernas.
‑ ¿Hay cosas que puede decir en la ficción y no en los otros géneros en las cual escribe?
‑La ficción te da una sensación de libertad. Yo, acostumbrado de escribir en prensa o el libros más o menos pedagógicos o ensayísticos, siempre tengo que mantenerme dentro de unos límites de, digamos, lo aceptable. En cambio, en la ficción, las ideas y las opiniones son de los personajes. No son mías. Al contrario, tengo el placer de exponer, elocuentemente, ideas que no comparto. Lo cual es una especie de alivio.
‑ Hay un subtexto en esta novela sobre el efecto pernicioso de Internet en el pensamiento. ¿Para usted, como ha cambiado el acto de lectura en el mundo digital?
‑Yo comprendo que, lógicamente, estos nuevos soportes van a introducir formas diferentes de leer. Por ejemplo, no me imagino ya que nadie se compre una enciclopedia como la Británica en cuarenta tomos. Pero la novela policíaca la sigo disfrutando más llevándola a la cama en papel.
‑¿Más allá del soporte, cree que la capacidad de concentración ha sido corrompida por Internet?
‑Yo soy de los que todavía ven una película entera sin saltar de un canal a otro. Me gusta la continuidad. Pero es verdad que, cada vez más, vamos siendo dispersados en la atención. Y eso es peligroso sobre todo por los alumnos. En los Estados Unidos ya hay clases de veinte minutos porque es lo que calculan que pueden aguantar los chicos. Eso me parece realmente grave.
‑¿Como es su vida actual de lector? ¿Qué lee? ¿Para qué lee?
‑Desde que dejé la academia y dejé de dar clases, soy un lector hedónico, como diría Borges. Solo leo por gusto. Siempre he leído mucha más ficción que otra cosa, y ahora me dedico al tipo de narraciones que desarrollo en esta última novela mía: novelas de intriga, de aventuras, de emociones, de acción. Soy poco dado a la novela psicológica o histórica. Pero, además, estoy recuperando el placer de la relectura. Los que hemos sido muy lectores, hemos leído las grandes obras a una edad en que todavía no las podíamos comprender del todo.
‑¿Ahora se va a volcar más a la ficción en su escritura?
‑Umberto Eco tiene un libro de ensayos reciente que se llama Memorias de un joven novelista . El, que es un autor ya muy veterano, dice: “Como novelista soy joven.” Entonces yo me considero también un neófito en el mundo de la novela, porque es algo que estoy comenzando.
‑¿Cómo ha sido esa transición?
‑Es muy difícil abrirse paso, curiosamente, cuando la gente ya te tiene clasificado como otra cosa. Vamos, hay dos dificultades para abrirse paso. Una, que no te conozca nadie, y otra, que te conozcan, pero en otra estantería, en otra sala de la biblioteca.
‑Uno de los personajes centrales le pregunta a un escritor que idolatra qué piensa de la muerte. Le hago la misma pregunta.
‑Como dijo Woody Allen: “Cuando llegue, no quisiera estar allí.”
Gentileza Revista Ñ
Hace 10 horas.
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