1 de noviembre de 2008

El monstruo máximo de la vida misma / Entrevista a Alberto Laiseca

Alberto Laiseca, autor de la mítica novela Los Sorias, me recibe un sábado al mediodía en su casa del barrio de Caballito. Lo veo acercarse a la puerta del edificio como un holograma, sonriéndome desde detrás del vidrio, por debajo de sus bigotes. Primero la puerta, luego la vasta biblioteca forrada de blanco, dos gatos repartiéndose una cama matrimonial, un escritorio tapado de libros. En el patio interno dos perros japoneses. Me indica dónde están los ceniceros y me invita con cerveza. Un autor de culto, que ha construido su obra desde el realismo delirante, y que confiesa “Lo que no es excesivo, no vive”.

Valeria Tentoni: Empecemos con Poe, que era terrible en sus historias con las mujeres,pero en la vida real era muy dulce. Alberto Laiseca, con su manual Sadomasoporno. ¿No es un poco Poe?
Alberto Laiseca: Si, en ese sentido totalmente. Por suerte yo he tenido y voy a seguir teniendo mucha mejor relación con las mujeres. Poe era hombre de una
sola mujer porque Virginia, su esposa y prima, era débil mental. Era muy linda,
lo sé por grabados de la época, pero tenía una cabeza de seis años. El les tenía miedo a las mujeres, tenía muy mala relación con el mundo femenino; no es que fuera
misógino, les tenía miedo. Por suerte a mi no me da por ese lado, en ese sentido he sido más afortunado que Poe.

VT: Vos decís que te humanizaron, las mujeres.
AL: Totalmente. Sin las minas no hubiera sido ni la mitad de una persona. Hubiese sido un hijo de puta, sin las minas no existís. Cada una me enseñó lo suyo. Todas
las mujeres son distintas, contrariamente a lo que dicen los machistas. Y la mujer
que viene no se parece en un carajo a ninguna de las que tenías antes. Eso es lo
bueno y lo terrible, porque con cada mina tenés que empezar de cero. Pero al mismo
tiempo te da un crecimiento nuevo, precisamente por ser distinta.

VT: En tus obras el amor viene siempre emparentado a la aplicación de torturas
AL: Funciona un poco como un juego, salvo en Los Sorias, donde hay torturas
en serio, que practica el Monitor. En general mis personajes, con los que yo
me identifico, hacen falsas torturas. Poe era un poco más duro con sus minas en
la ficción. Berenice es el cuento más espantoso que escribió; ¡y lo escribió el
día de su casamiento! No solamente la entierra viva, sino que además va y con
ella ahogadita le saca todos los dientes con una pinza larga. Eso no tiene nada
de juego. En la vida real no, él dividía. Yo no necesito hacer una división tan
dramática. Todas las historias de amor, suelen ser terribles, pero no en el sentido de auténtica tortura.

VT: Los personajes mujeres son siempre las víctimas, no es que te esté acusando…
AL: ¡Hay pero es que es tan lindo! Las chicas son tan hermosas, ellas mismas
están pordioseando un chancletazo didáctico…

VT: En el Manual Sadomasoporno decís “Azotarás a la puta con angustia”. ¿Cuál es el lugar de la angustia en el amor?
AL: La angustia de saber que te van a dejar. Las relaciones entre el hombre y la mujer, para mí son como Vietnam. Vos tenés disciplina de soldado; triunfaremos,
la guerra va a ser ganada por nosotros, los dos vamos a ganar, hasta el último
minuto; triunfaremos. En este mismo momento tengo toda la esperanza de que
el milagro se puede dar; entre un hombre y una mujer, entre una mujer y yo. Pero el
milagro tiene que ser siempre entre dos, un acto de alquimia. Aunque los Rusos
estuviesen a cincuenta kilómetros de aquí, los vamos a esperar en pie. El amor es siempre militar.

VT: En El Jardín de las Máquinas Parlantes,Cecilia vuelve finalmente a Sotelo.
AL: Dicen que “las mujeres que se van no vuelven”. De acuerdo a lo que yo he vivido, a veces sí que vuelven; para poder irse mejor. Todavía les quedaba algo por
destruir. Anotan en el fuselaje una baja de enemigo; “otro a quien hice cagar
por completo”. ¡Es terrible!; Yo no estoy peleado con las mujeres, las chicas han
sufrido más que uno, y ese sufrimiento viene de los tipos, porque incluso a sus
madres también nosotros, los hombres, les enseñamos a competir y a joder.

VT: En Poemas Chinos, decís que “no hay progreso en la poesía”.
AL: Si, pero esa obra es una falsa antología, y se refiere a que los fui poniendo a medida que me salían, entonces no los distribuí de acuerdo a las dinastías legendarias, o los reinados, algunas cosas que deberían ir antes por orden temporal van después, y viceversa. En realidad sí hay progreso en la poesía, pero el progreso es interno, no marcado por el exterior.

VT: ¿Y a vos ya no te interesa escribir poesía?
AL: No es que no me interese, sino que es que si sale, sale… Si me propusiera escribir poesía sé que puedo. Pero no estoy en eso en este momento. En Los Sorias,
hay poesía, en boca de los personajes, ahí me las han ido publicando todas. Incluso
en Aventuras de un Novelista Atonal, en La Epopeya del Rey Teobaldo, hay una larga poesía.

VT:¿Por qué crees que no te tradujeron aún?
AL: Acá si podemos hablar de una cuestión de buena o mala suerte…o será que yo no sirvo para las relaciones sociales. En este momento tengo bastante buenas, pero dentro de la Argentina.

VT: Bueno, habría que hacerlo…
AL: ¿Cómo? ¿Con brujería? ¿Invocando al Gran Fetiche Enano del Delta?

VT: O a los Exaltleticos, como en tus novelas. ¿Cómo funcionan?
AL: Es una contestación a los supuestos politeístas de América; los Aztecas, o los mismos Mayas. Cuando el politeísmo está teñido de crueldad, a mi no me interesa.
Los Aztecas, por ejemplo, ¿sabés cómo homenajeaban a la diosa de la primavera? Agarraban una chica joven y linda, y de ser posible virgen. Le sacaban toda la piel, la despellejaban tratando de que la piel quedase entera. Entonces el sacerdote se ponía la piel, hasta tenía tetitas, y bailaba…¡Dejame de hinchar las pelotas!

VT: ¿Y vos a qué le tenés miedo, si es que a algo?
AL: Si que tengo miedo, un miedo terrible. Toda la vida tuve miedo. Por eso me ofrecí de voluntario para la guerra de Vietnam, no me llevaron, tal vez para mi suerte. En plena guerra fui a la embajada, me sacaron a patadas, le mandé una carta al presidente, nunca me contestó, para mi desesperación. No era por razones políticas, ni para ir de aventuras. Era una de dos; o me saco el miedo para siempre, o vuelvo a casa adentro de un saco verde.

VT: ¿La guerra era una manera de sacarte el miedo?
AL: Si, un curso ontológico rápido. Además el mundo es guerra. Yo no soy
pacifista, y no es que me guste la matanza o la guerra, pero lo otro es peor. Si tratás de impedir la guerra lo único que lográs es la guerra interna. En Mi Prima Histeriqueta, la frase final dice “Vivir es largarse en paracaídas desde un avión de guerra sobre territorio enemigo”. Es una fotografía de la realidad. Acepto con agradecimiento el mundo que tenemos. Si vos me preguntás si estoy contento de haber nacido, te digo sí, estoy contentísimo, porque en este mundo hay tetas y cerveza. Y en el otro mundo no hay una mierda. Por eso es tan importante resolver el tema del amor aquí, yendo acorazado en amor, como dice el Tao Te King, “El que se acoraza con amor es invencible en el ataque, e invulnerable en la defensa”.

VT: Vos sos un hombre de excesos…
AL: Por supuesto, lo que no es excesivo no vive. Los Sorias, sin ir más lejos, es un exceso.

VT: ¿Cómo estudiaste todo lo que sabés sobre la guerra?
AL: Conseguí libros usados en librerías, vendidos por descendientes de militares,
tengo una cantidad de libros enorme…leí todo Clauzewitks, lo estudié, como si yo
me estuviera preparando para ser oficial. Para la dirección de un país en guerra total, como en Los Sorias, estudié industrias en guerra. Por ejemplo, sin cromo ni manganeso no podemos empezar.

VT: ¿Es tu monstruo, Los Sorias, en el sentido de obra maestra?
AL: Si, mi obra maestra. Lo que pasa es que a esta altura, y acá me sale mi luna en leo, todas las mías son obras maestras. Cuando tenés una ontología se nota en toda tu obra.

VT: Cuidás mucho al lector. Dijiste alguna vez que estuviste mucho tiempo sin escribir, porque si lo hubieses hecho te hubieras despachado con nihilismos, y querés cuidar al lector de eso…
AL: Me acuerdo, estaba pensando en un periodo de mi vida que fue hace unos dieciocho años atrás, por una chica que me pegó un shot en el orto. Escribía nada
más que cosas nihilistas y jodidas; las tiré todas a la mierda. Es más, dejé de escribir. Y poco a poco fui regenerando otras energías y ahí si, volví a escribir.

VT: ¿El delirio es un estadio superior de la imaginación?
AL: Ojo, no el delirio patológico, ni el delirio por si mismo, sino un delirio realista; realismo delirante. A mi me gusta mucho Raymond Russel, pero no querría
escribir así; es autor de “Impresiones de Africa”. Nada sucede en Africa y tiene una cantidad de máquinas inventadas, y es un delirio terrible, pero es el delirio por el delirio mismo, ontología cero, nihilista.

VT: ¿Y cómo le escapás al nihilismo?
AL: No permitiéndotelo. Siempre me hago la misma composición sencilla; estamos en este mundo, aquí sí hay tetas y cerveza; ¡Aprovechalo! No seas tan pelotudo.

VT: ¿Cómo fue el vínculo con tu viejo?
AL: Me re cagó, él fue el que me formó así. No es el hecho solo de lo que me prohibía, por ejemplo leer a Poe, y a Dostoievski porque era epiléptico. A Poe porque era dispómano. ¡La información ontológica contradictoria que me encajó! Me arruinó la juventud, cuando tus padres tienen que dar caminos de vida. Yo tuve que ser mi propio joven; que fabricar mi juventud. Lo único que podés hacer es detener todo el proceso y decir esta frase absoluta; la guerra con papá se terminó. Y entonces todo se detiene.

VT: Todos los pentagramas que aparecen en tus obras, ¿de dónde salieron?
AL: Intenté capitalizar mis odiosos estudios de piano, que me encajó mi padre. Horrible. Sé leer música siempre y cuando sea muy sencillo. Algunas músicas
son inventadas por mí, otras sacadas de composiciones de Wagner

VT: ¿Y vas a filmar alguna vez la película del Monitor?
AL: Me conformaría con ser actor en una película clásica donde yo sería un monstruo. Una adaptación de Poe, por ejemplo. Una película que saldría con muchas minas en bolas.

VT: ¿Y la película en la que vas a actuar ahora?
AL: La única palabra que digo es “pucho”. Se supone que soy un genio que vive en un geriátrico, no hablo nunca, todo es gestual. Yo soy pintor, y un tipo me afana la obra, al personaje, y le importa una mierda. Está más allá de esa vaina.

VT: ¿Y tele vas a volver a hacer? (en referencia al trabajo de I-SAT)
AL: Yo no tengo contrato en este momento, pero tengo ganas de volver a la tele. Es un trabajo que lo hice muy bien, fue fundacional en cultura.

VT: ¿Qué premios no te ganaste que merecés?
AL: Tres premios, se me ocurren; uno es el Cervantes, otro el Nobel, y el tercero es
las Medalla de Cuero de Sapo de Camilo Aldao. No me lo han dado todavía, estoy muy enojado con las fuerzas vivas.

VT: Como escritor de culto, no rechazás el amor de tus lectores.
AL: No, el amor de los lectores me apuntala. Sin el cariño de los demás me voy a la mierda. Soy muy vulnerable. ¿Qué quieren, que mienta, que diga que no?

VT: Vos decís que Beber en Rojo debería haber sido un Best-Seller.
AL: Si. Es el más humanizado de mis libros; la humanización del monstruo. Es un tema muy repetido en mí: es el tema de Los Sorias, en la Mujer en la Muralla es
a la inversa; un tipo que empieza siendo muy humano y termina siendo muy hijo de puta.

VT: El capítulo 37 del Jardín de las Máquinas Parlantes, se lo dedicás a Borges. ¿Lo de Matando Enanos a Garrotazos es verdad?
AL: No lo dijo Borges, nunca pude averiguar quién fue. Borges dijo algo, no me leyó Borges, pero le vinieron a preguntar sobre la literatura actual, yo era joven en ese entonces. Sigo siendo el joven más viejo del mundo. Lo que dijo fue “… ese libro que apreció ahora, Matando Enanos a Garrotazos, seguramente es un ensayo sobre la literatura argentina actual”. Pero no, nunca me leyó Borges.

VT: Hablando de jóvenes, ¿te gustan los jóvenes como público?
AL: Si, ¡claro! Son la única esperanza para un escritor, una esperanza de futuro. No quisiera que me pase lo que a Marechal, ¡era un genio! Adán Buenosayres es una obra fundacional de la literatura argentina, hoy nadie la lee. En cambio si querés te llevo de la mano hasta avenida Leopoldo Marechal. ¿Para qué sirve?

VT: Hay una cortada Soria, en Palermo…
AL: Si, estuve hace unos años tomando una cerveza allí con Piglia. El fue de los primeros que leyó Los Sorias entero cuando no estaba publicado.

VT: ¿La Monitoría de las Lenguas funciona como un discurso contra la academia?
AL: Funciona como un discurso contra muchas cosas, como por ejemplo contra el arte abstracto. Lo detesto. Tenemos toda la eternidad para ser abstractos, y apenas una cosa chiquitita así para vivir en lo concreto; las tetas y las cervezas.

VT: ¿Cómo hiciste para inventar colores?
AL: En la novela, Los Sorias, pensás básicamente en lo ardiente y lo glacial, y entre ellos todos los colores. Que son más que nada espíritus, tensiones de los
personajes: al Monitor al principio sólo tiene colores glaciales. Después cuando se humaniza, va hacia lo ardiente.

VT: ¿Estudiaste astrología?
AL: Si, la ciencia de las ciencias, tres años y medio. Y También física teórica. Llegó un momento en que tuve que plantearme si era escritor o no, porque tenemos una sola vida y no alcanza. Pero me alegra haber pasado por ellas.

VT: Ultima: ¿si te tuvieses que tomar un trago de los que se sirven en la Tecnocracia, cuál sería?
AL: Un Monitor ladrando histérico en las cancillerías.

Por Valeria Tentoni - tentonivaleria@hotmail.com


Mas info en: El Blog de Alberto Laiseca

No hay comentarios.: