22 de diciembre de 2006

Sus ojos de mundo (Un relato navideño)


Sus ojos de mundo
Por Estanislao Zaborowski

La suave brisa de Diciembre acariciaba la copa de los árboles como si aún festejara el comienzo del verano. Sin embargo, ese meloso vaivén, contrastaba con el paso veloz de los transeúntes, que apresurados, realizaban las últimas compras de nochebuena.
No era mi caso, aún quedaba mucha soledad por transpirar, antes de volver a mi país de origen. No tan lejos, mi Argentina latía a ritmo de tango y nostalgia.
Por suerte los reductos limeños tenían la costumbre de cerrar solo dos horas antes de las doce de la noche. Aquí sentado, al otro lado de la mesa de roble y bajo la escasa luz que recorría el recinto, me encontré hipnotizado por su parpadeo. Sus ojos parecían no descansar. La claridad que impartían, se mantenía en el aire como las almas de los santos. Desvié la atención buscando a mi alrededor algún detalle digno de mención, que quebrara el cálido silencio que acunaba su mirada.
Nada. No había en la taberna ningún objeto que sobresaliera. O desde otra perspectiva, no había detalle alguno que opacara su presencia. Su dulzura colmaba el ambiente como la porcelana de caramelos que desde el rincón de mi infancia llamaba inquieta la atención de mis sentidos. Seguían inmóviles sus ojos llenos de mundo. Dictaban a viva voz sus pasionales deseos de amor y encuentro.
Comencé a inquietarme, a cuestionarme y a recriminar el impulso que me arrojó a su presencia. No tenía palabras que decir. No había nada que expresar ante el campo magnético que irradiaba su carisma.
Esperé unos instantes para darle oportunidad a explicarme el motivo de su acercamiento. Mientras tanto, me distraje observando los últimos embriagados que comenzaban a abandonar las mesas vecinas. Uno a uno, iban dejando atrás el ambiente caldeado de humo y exceso de alcohol.
Volví a su encanto bebiendo el último sorbo de pisco que se negaba a dejar la copa y pitando el cierre del habano cubano.
Por fin, al cabo de unos segundos que imaginé horas, escuché sus palabras. Su voz melódica de extrema calma, dejaba brotar las palabras como los tulipanes que nacen en los jardines de las tullerías.
- Estamos cerrando - el fétido aliento del mozo arrinconó mi olfato.
- ¿Y mi acompañante? - pregunté agitado mientras me refregaba los ojos húmedos de incertidumbre.
- Nunca estuvo acompañado señor.
- ¿Usted está loco? Aquí sentado frente a mi había un hombre gordo, mayor, de extensa barba blanca y ropa colorada un tanto ajustada. Es mas, brindamos con esta botella que ve usted aquí.
Las palabras ausentes del mozo golpearon la puerta de mi decepción. Saldé la cuenta escrutando los rincones del bar y salí al encuentro de la tímida llovizna del veinticuatro que acababa de comenzar.
Caminando hacia el departamento que esperaba mi llegada como la amante del marinero impuntual, noté entre las nubes un intenso fulgor que cruzaba el firmamento.
Llamado por la curiosidad, busqué mis lentes en el bolsillo del saco. Para mi asombro encontré con ellos un papel servilleta doblado en cuatro.
Al leerlo comprendí todo. “El corazón ve mas allá que los propios ojos. No dejes que el brillo de lo material opaque al amor en esta Navidad”

Mi deseo para estas fiestas es que todos reciban infinitos gestos de amor y cariño!! Feliz Navidad! Estanis

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy tierno! me encanto! Excelentemente reflejado el espiritu y los deseos que nos inspiran la navidad!! Muy buen relato!

Anónimo dijo...

mis gestos de amor y cariño estan a tu disposicion...Felicidades!!!

Anónimo dijo...

Ya me estoy por desconectar. Otro día leo este relato y lo que me falta de los capítulos de tu libro. Pero quería alagarte la foto que pusiste en tu perfil. Saliste muuy bien.
Bacho!