5 de septiembre de 2012

Curva peligrosa / Estanislao Zaborowski


Hace cinco años, escribí un pequeño relato no me acuerdo a motivo de que. Cuestión, que lo modifiqué levemente, sin cambiar su sentido, por simple evolución.
Se los dejo a continuación y debajo del mismo el link al cuento original.
Saludos!

Curva peligrosa
Estanislao Zaborowski

Estaba aturdido, mareado, perdido. Estaba confundido, atrapado, rendido. Todo era gris. O negro. No podía distinguirlo bien. Me ardían los ojos. Sin embargo, no los cerraba. Intenté mover el brazo. No pude. Ahora una pierna. No pude. Solo podía pensar. Pero no con claridad. Me sentía envuelto en una realidad difusa y uno no está seguro si está despierto o dormido. No podía asegurar nada de lo que pasaba en mi interior, porque no sé si realmente estaba sucediendo. Intenté buscar evidencia externa. Algo que me indicara si estaba allí. Agudicé mis sentidos. Traté de escuchar algún sonido que me diera alguna pista. En el silencio o emanando de él, percibí un arrastre lejano. Era constante. Inalterable. Era agua. Fluía agua . Sonaba a rio. Agudicé el oído. Por el ruido del caudal me pareció que era un arroyo. Ya tenía un dato. Ahora, intenté prestarle atención a la información que le enviaba el olfato al cerebro. Me di cuenta que percibía diferentes olores. Eran profundos, intensos, conocidos. Algo se quemaba. Chamuscado, pensé. También olía a nafta. Me concentré asegurándome que no adivinaba ningún otro olor. Descarté los sentidos del gusto y del tacto porque nada me aportaban. Solo la visión, el olfato y el oído me daban información. Necesitaba procesarla, unirla y sacar conclusiones. En ese momento, escuché una voz. Lejana pero acercándose. La voz me decía que no me moviera. Ridícula. Voz ridícula, pensé. ¿A donde quería que me vaya si no podía moverme?
Traté de serenarme. Me reproché la elección de viajar al sur en ruta. Otra estupidez fue hacer todo el recorrido sin descansar; a estirar las piernas, a distenderme. El apuro por llegar a ver su tierna sonrisa me hizo cometer este error. Y si algo sabía era cometer errores. Los tenía clasificados por color. Pero el casillero negro aún no estaba cruzado.

La voz en la oscuridad me hizo recordar los años que estuve preso. Esas destempladas noches cuando mi vecino de celda desvariaba en pasados. Tres años de sombra. Un largo período separado de mi hija por un delito que no cometí. Me alivió pensar que cuando saliera de este nudo, podría continuar el viaje para reencontrarme con ella. Eso me reconfortó. Sus ojos azules me dictarían su amor incondicional a pesar del tiempo transcurrido. Imaginé a mi pequeña Sofía corriendo a mi encuentro. Atolondrada, desesperada por verme. ¿Cómo le sentarán sus cinco añitos? Dulces, pensé. Con su ternura a flor de piel. No pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Otra vez la voz. Ahora me decía que había tenido un accidente y que la ayuda venía en camino. Intuí que se trataba de una mujer. Por el tono me imaginé una mujer corpulenta de hombros grandes, espalda ancha. Masculina. Quizás una mujer policía.

Mis pensamientos se interrumpieron nuevamente cuando me asaltó un olor penetrante. Tranquilo, pensé. Están en camino. Pronto saldrás de aquí y continuarás el viaje. Sofía te espera. Su sonrisa y aire inquieto te esperan. Escuché sirenas. En un par de horas toda esta pesadilla será historia. Este pesado sueño terminará. Las sirenas se callaron. Escuché voces y corridas. Alguien se acercaba. Por los gritos que provenían de diferentes ángulos pude adivinar que estaban corriendo varias personas hacia mí. Sonreí y finalmente cerré los ojos pensando en la calidez del abrazo de mi hija. Ya podía sentir su roce. Me aferré a ese pensamiento, incluso cuando el mundo me ensordeció. Y lo último que hice fue cruzar un casillero negro.

Fin

El cuento original: Curva peligrosa - Sept´06

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estanis,

eyacula en mi cuerpo tu poesía,

cual pluma sobre hoja de papel.

Sheherazade.-

Anónimo dijo...

lindo Estanis....