19 de agosto de 2009

En la escuela damos soluciones a problemas que ya no existen



El periodista defiende la educación pública, habla de la fórmula de su éxito matemático y elogia la democratización de contenidos que trajo Internet.
Si Adrián Paenza volviera a vivir en la Argentina, debería restringir sus apariciones en la vía pública. Al menos mientras le dure el éxito y la fama de su boom matemático. Es que en solo 5 minutos a la intemperie recibió una veintena de saludos y halagos y al menos 5 pedidos para asistir a alguna escuela a charlar con los chicos. El disfruta de esas charlas y hasta cuenta una de estas experiencias increíbles en su último libro, el cuarto de la serie Matemática ¿estás ahí?, publicado por siglo XXI. Pero sus días, como los de todos, tienen 24 horas y la inesperada fascinación que su serie escrita y su programa en TV le están dando a los números, lo exceden por completo. "Si conociera la fórmula del éxito, podría transmitirla", dice Paenza. Pero lo sabe, lo suyo no tiene lógica, los intereses de los lectores no son pura matemática.

¿Con tantos premios, invitaciones y ventas, qué estatura tiene su ego de divulgador matemático?
Para mí es una caricia en el corazón. Si hubiera sabido que esto iba a pasar, hubiese escrito estos libros hace 20 o 30años. Y podría haberlo hecho, pues el material no es nuevo. Cualquiera que estudie matemática en cualquier universidad nacional del país sabe que esto no lo inventé yo. Y no es un ejercicio de humildad lo mío, yo lo miro también como un observador externo y me pregunto cómo puede estar pasando esto. Carlos Díaz, el director de la editorial, imprimió 4 mil ejemplares en la primera edición. Y en la segunda ya fueron 40 mil. Algo pasó que nos excedió a todos. Ahora, hay otra cosa que está pasando en la sociedad. Yo no me puedo atribuir nada, no me puedo sentir responsable de esto.

Si no se lo atribuye usted, ¿Cuánto tiene que en el éxito la forma de contar y de mostrar esto? ¿Es un triunfo de la forma sobre el contenido?
Esa es una pregunta interesante que me gustaría poder responder. Si yo supiera cuál es la fórmula, podría transmitírsela a todos aquellos que sienten que su pasión está siendo olvidada, omitida, con una sordina que les impide trascender tanto como querrían. Pero no se si esa es la clave, ojala tuviera la certeza.

La publicación en paralelo y gratis en Internet, fue uno de sus requisitos, ¿fue ese el trampolín hacia el público joven?
No puedo decir que no tuvo nada que ver ni que lo hice pensando en eso. Lo hice por una convicción personal: todo lo que sea difusión, y más si está relacionado a las ciencias, tiene que ser de acceso universal, sin depender del poder adquisitivo de nadie. Decir ahora que busqué posicionarme con el mundo joven no es real. Lo volvería a hacer, hay que buscar maneras de distribuir la riqueza y no solo la material, sino también la intelectual. Y todo lo que está online equipara, iguala y democratiza. Siempre y cuando tengamos el privilegio de tener acceso a una computadora. Desde ese lugar, es maravilloso por la cantidad de oportunidades que presenta.

¿Por eso criticó tanto el parate del programa One Laptop per Child, que tanto empujó?
Y empujaría otra vez. Esto es una realidad tan obvia. ¿Quién podría discutirlo? El problema esta en que los que tenemos mi edad muchas veces tenemos problemas en aceptar que la tecnología nueva nos deja a nosotros un poco más afuera. Hay ciertas cosas que debemos conservar y nadie dice que haya que tirar nada. La gente no dejó de verse porque apareció el teléfono, al contrario, se hicieron citas más puntuales. Entonces, criticar a los chicos por el uso que hacen de la computadora es no recordar que nosotros nos pasábamos horas jugando con piedritas o con figuritas mientras mi mamá me hacía las mismas preguntas. El problema lo tenemos los mayores. Durante 60 años hicimos cosas que ahora un chico de 5 las resuelve en 2 minutos y eso provoca miedo. A mí me llevaron a escribir a máquina a una Pittman, hoy los chicos aprenden chateando, nadie va a una academia. Decir que sé escribir a máquina es como decir que soy doctor en control remoto...

Desde la docencia o desde sus creaciones mediáticas, ha asumido un papel de defensor de la cosa pública...
Hay que defender la igualdad. El problema es que acá, lo público tiene un desvalor, y con ello muchas de las cosas ligadas al Estado. Pero yo tengo mucho orgullo en defender la universidad pública y la educación gratuita. Yo soy un subproducto de la educación pública, y lo mismo debemos empujar para Internet.

¿Y por qué es tan difícil instaurar un programa como OLP?
Porque afecta muchos intereses. Son 200 millones de computadoras a 100 dólares cada una, es mucha plata. Cuando algunas empresas vieron que esto se les iba de las manos lo boicotearon. No es fácil, pero igual la gente va a terminar teniendo lo que le corresponde.

¿Hay decisión política de que esto sea así?
Si yo supiera que hay algún lugar en el que alguien toma decisiones, todos estaríamos ahí, presionando. Pero la gente debería pugnar por tenerlo. Cuando empiecen a ver que el de al lado tiene algo que a su hijo le cambiaría la vida...

¿El discurso sobre la educación pública es para afuera?
En alguna época, los que íbamos a la escuela pública nos sentíamos orgullosos. Nuestros padres se sentían orgullosos. Iban a la escuela privada aquellos que no podían ir a la escuela pública, porque no podían pasar de grado. Ahora, en Buenos Aires, hay mucha gente que no quiere mandar sus hijos a la escuela pública. Tenemos que entenderlo, no es que los maestros tienen que cobrar bien; tienen que cobrar, como los médicos, los mejores sueldos, porque ellos son la clave del futuro del país. Es elemental. Cuanto más educado está un pueblo más preparado está para tomar decisiones, para poder producir, para resolver la deuda interna. Lo público es lo que tenemos para defender. Nadie va a estudiar el problema del dengue si no lo estudiamos nosotros, porque en el hemisferio norte esto no es un problema, al menos por ahora.

Pero los resultados no están siendo buenos, incluso el ministro Tedesco habla de niveles de desaprobación altísimos...
No hay que mirar en los alumnos. El problema no puede estar del otro lado. Cuando esto pasa históricamente, en geografías amplísimas, pasa en Sudamérica y pasa en los EE.UU., entonces, tal vez el problema lo tengamos nosotros, los que tratamos de comunicar. La matemática que se enseña en las escuelas es una cosa tan alejada que atrasa 400 años. El teorema de Pitágoras resolvía un problema, enseñaba a encontrar ángulos rectos. Pero ahora ya no hay problemas para encontrar ángulos rectos. En aquella época se mataban para ver cómo dividir la tierra, y el recíproco de un teorema lo resolvió. Hoy, al teorema de Pitágoras hay que estudiarlo porque es básico y elemental, pero hay que redefinir cuándo y por qué. Tenemos que preguntarnos por qué y para qué enseñamos lo que enseñamos. ¿Por qué estamos tan alejados de los problemas que tienen los chicos? Históricamente fue al revés, aparecían los problemas y buscábamos soluciones, nosotros en la escuela damos soluciones para problemas que ya no existen.

Fin

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