16 de mayo de 2009

Henning Mankell / Entrevista

"El policial es aburrido"

El exitoso escritor sueco que vino a la Feria del Libro de Buenos Aires, sostiene que escribe novelas policiales para hablar del racismo. Divide su vida entre Africa y Suecia, está "enojado" y piensa seguir estándolo, porque la crisis la pagan los pobres. En cuanto al género que le dio fama, dice que se remonta a la tragedia griega, pero de la mayor parte de las narraciones policiales prefiere prescindir.
Dicen que Henning Mankell es parco. Dicen que está enojado. Pero Mankell se siente bien con su enojo y sólo es parco con aquello de lo que no le interesa hablar. Allí levanta un muro del mismo modo que erige torres de palabras para argumentar contra sus enemigos.
Ha estado en Buenos Aires y ha dicho que vino cuando tenía que venir. Y esa referencia a un designio de la voluntad surge porque pudo venir aquí durante la dictadura pero eligió no hacerlo. Ahora sonríe y cuenta con una emoción contenida y discreta cuánto le gusto el paisaje del Tigre, cuánto las fotografías de Manuel Alvarez Bravo en el Malba o una parrillada de la calle Lavalle. Algunos lo vieron comprando libros argentinos y muchos otros salieron más que contentos de la charla que dio en la Feria del Libro. Todavía le preguntan por su última novela publicada en español El chino (Tusquets) y otros por la que acaba de terminar y con la que se supone que jubila al detective Wallander que se llamará El hombre inquieto y que llegará aquí el año próximo.
Mankell se ha destacado como escritor de novelas policiales pero también ha escrito obras singulares como Zapatos italianos o Profundidades donde surgen relatos diferentes pero igualmente intensos. También ha escrito obras de teatro, ensayos y libros para chicos. Lo primero que redactó durante su infancia fue un resumen de Robinson Crusoe. "Los libros son mensajeros que nos hablan de mundos que no podemos experimentar de forma directa", dice.
En todas sus novelas deja entrever claramente su ideología, su toma de posición respecto al mundo. De hecho, dice que la serie del Wallander empezó con el deseo de escribir sobre el racismo. Para Mankell el enojo es un estado, una actitud que lo mantiene vivo. Se lo percibe así en cada uno de sus textos. Sin embargo, antes de finalizar esta entrevista va a subrayar que esta es una época interesante, excitante...


Usted es uno de los escritores más conocidos y elogiados en el terreno de la novela policial. Sin embargo, dice que no lee novelas policiales..., ¿por qué?

Porque normalmente la novela policial o la ficción criminal es muy aburrida. Hay muy pocos autores que me parecen interesantes. Creo, por ejemplo, que Thomas Harris es muy bueno, el de Hannibal Lecter. Creo que John Le Carré también es muy bueno. Pero encuentro que hay muchísimos autores de policiales que no tienen ningún interés.

Lo seducen más las historias trágicas y clásicas como "Medea" y "Macbeth"...

Lo que yo veo es que el origen del género del crimen o la ficción del crimen es muy, muy antiguo. Podemos remontarnos al drama griego antiguo para encontrar las raíces. El drama de Medea, que tiene 2500 años, es el de una mujer que mata a sus dos hijos por celos de su marido. Si eso no es un policial, entonces no sé qué lo es. Si nos acercamos un poco más en el tiempo, quinientos años atrás, y me preguntan: ¿Cuál es la mejor historia criminal que ha leído?, es Macbeth. Esa es una historia criminal. El hecho es que la ficción criminal, de que sostengamos el "espejo del crimen", nos da la posibilidad de hablar de las contradicciones en la sociedad. Y la criminalidad es siempre una especie de contradicción. Si usted quiere ese dinero, sale a matar a una persona porque quiere ese dinero. Es una contradicción. Yo trato de trabajar siguiendo esa tradición que usa el crimen como espejo para ver qué pasa en la sociedad. Esa es mi idea de una buena historia criminal.

¿Y Wallander es lo que podríamos llamar un policía sueco típico?

Ahhhh, es difícil de responder. Pero sé que los oficiales policiales suecos leen mis libros y les gustan. Eso es lo único que puedo responder.

El detective Wallander parece estar siempre solo. ¿Cree que disfruta de la soledad?

No. Y no estoy de acuerdo en que está siempre solo. Al menos él trata de encontrar su soledad. El problema es que es un hombre que tiene una hija y está divorciado. ¿Y por qué tiene tantos problemas para encontrar una nueva mujer? Porque todavía ama a su esposa. Los lectores inteligentes, sobre todo mujeres, lo han entendido. Y eso significa que Wallander es un hombre muy apasionado. Sigue enamorado de su mujer. Y cada vez que conoce a otra, piensa en su esposa. Es un hombre apasionado: l'homme passionné.

Ha terminado la última novela con Wallander como protagonista hace tres semanas.

Sí.

¿Ya lo extraña?

Nunca me gustó demasiado. En muchos sentidos, no se parece en nada a mí. Solo tenemos tres cosas en común: la misma edad, amamos la ópera italiana y trabajamos mucho. Pero fuera de eso no creo que vivamos vidas iguales. Si él viviera no podría imaginarlo como un amigo. Creo que trata muy mal a las mujeres, lleva una vida muy extraña, bebe demasiado. Preferiría conocer a Sherlock Holmes. Pero por otro lado, creo que es mucho más fácil escribir sobre una persona que uno no quiere demasiado. Es muy difícil narrar sobre una persona que usted ama. Es mucho más simple escribir sobre alguien que no queremos.

Su última novela publicada en español, "El chino", no está protagonizada por Wallander. Por el contrario hay tres mujeres que se convierten en personajes fundamentales de la trama: Birgitta Roslin, Vivi Sundberg y Hong Qui. ¿Quiso señalar algo en particular con esa elección?

Es una buena pregunta porque tenía una idea de hacer un libro donde las mujeres fueran los personajes principales. Y como hombre, generalmente me resulta más interesante escribir sobre mujeres. Y supongo que si fuera mujer, me resultaría mucho más interesante escribir sobre hombres. Era un desafío para mí. Por eso, decidí armar esta historia muy complicada con personajes femeninos. Era un desafío que debía enfrentar.

¿Al indagar en la cuestión china, imagina un escenario en el que haya una guerra entre ese país y Estados Unidos?

No. Una guerra económica...
La guerra económica ya empezó. Me gustaría decirlo de la siguiente manera: hace un poco más de un siglo, algo muy importante sucedió en el mundo. Fue cuando la economía de los Estados Unidos superó a la economía de Inglaterra y se convirtió en la primera economía del mundo. Eso fue hace cien años. Muy pronto, volverá a ocurrir. China pasará a la economía de EE.UU. Y nosotros sabemos, en nuestras vidas lo que ha sido tener a EE.UU. como el número 1 en la economía, en las guerras, en la cultura, en todo. Creo que dentro de diez años, incluso en la lengua española, incluso aquí en la Argentina, va a haber palabras chinas en el idioma. Estoy convencido de eso. Todos usamos un montón de palabras en inglés. Pronto tendremos muchas palabras en chino porque el impacto de China será enorme en el futuro. Pero no creo en una guerra. Y también tiene que recordar que tenemos una tercera economía que está creciendo rápidamente, que es la India. De modo que creo que lo que veremos en el futuro para el resto de nuestras vidas será una especie de competencia entre Asia –China, India– y el resto del mundo. No sé cómo será, no lo sé, pero no creo que haya una guerra así. Creo que los chinos son muy inteligentes como para pensar en ir a una guerra contra los EE.UU., porque EE.UU. será durante mucho tiempo la mayor potencia militar en el mundo. China sabe que no la igualará. Sabe qué, creo que vivimos una época muy interesante.

Uno de los elementos esenciales de "El chino" es el que refiere a la presencia china en Africa...

Sí, esa es la idea del libro. Me parece fantástico que China salga al mundo a hacer negocios con países del Tercer Mundo. Eso es bueno. Pero empecé a ver que, a la larga, los chinos tienen una suerte de dimensión colonial en sus modales. Es decir: los chinos son muy racistas. Los chinos van a Africa y tratan muy mal a los africanos. Es un problema. Lo he visto. Y eso es lo que me preocupa. Y por eso escribí el libro. No sé si es un hecho, pero yo levanto el dedo para alertar: ¡Cuidado! Ya veremos si tengo o no razón. Creo que es importante hablar sobre lo que está haciendo China. El problema con China es que dice: nosotros no interferimos con la política de su país porque no dejamos que nadie interfiera con la política de nuestro país. Eso es malo porque, supongamos que hoy hubiera una dictadura militar en la Argentina. Ellos vendrían y dirían: nosotros sólo hacemos negocios, no nos importa. Les importa un comino que haya una dictadura o lo que sea. Es algo problemático.

Suecia y Africa están distanciados por miles de kilómetros. ¿Cómo lleva su vida viviendo en lugares tan disímiles?

El hecho de dividir mi tiempo entre Suecia y Africa me proporcionó distancia y perspectiva. El paisaje invernal congelado de Härjedalen, en el norte de Suecia, me recuerda el paisaje árido de Mozambique y viceversa, así como el calor seco de Africa puede recordarme el frío de Suecia. Lo mismo ocurre cuando hablamos de la escena de un crimen en Ystad y de la pobreza en Africa. Puedo pasar con facilidad del mundo de Kurt Wallander a un chico sin hogar de Africa, ya que siempre parto de lo mismo, de entender mejor el mundo en que vivimos.

¿Cómo es la visión del mundo desde Africa?

Yo daría vuelta la pregunta. Si usted abre un diario, en cualquier lugar del mundo y dice algo sobre Africa, lo único que verá es cómo ese continente muere, no cómo vive. Creo que la forma en que describen a Africa en los medios masivos es muy mala. Es como si en Africa la gente se estuviera muriendo y nada más. Pero no es verdad. Los africanos luchan, sueñan y aman y trabajan como todos los demás. Me enojo mucho cuando veo esa imagen de Africa porque no es verdadera. Yo vivo ahí. Lo sé. ¿Por qué es así? Yo creo que porque Africa actualmente es muy pobre. Es el continente más pobre. Y lo es porque a la gente no le interesa. Van a seguir explotando a Africa para explotar sus materias primas. Hay que preguntarse y analizar cosas como qué son las materias primas. Incluso los jugadores de fútbol son materia prima. Le daré otro ejemplo en otra área. Manchester, Inglaterra por un lado y por otro tenemos un país en Africa llamado Malawi. En este momento, hay más malawis trabajando en Manchester que en todo Malawi...

Mucha gente en el mundo, y aquí en la Argentina, piensa que Suecia es un paraíso. ¿Para usted lo es también?

Debe tener presente que no fuimos nunca nosotros los que dijimos que Suecia es un paraíso. Ustedes lo dicen. Es una especie de mitología eso de que Suecia es un paraíso. Suecia es una sociedad muy decente para vivir pero no un paraíso. Hace treinta años, había otra mitología referida a Suecia: el de las rubias suecas. Es absurdo. Eso nunca existió. Ustedes crearon la mitología sobre Suecia, no nosotros. Suecia no es un paraíso, nunca lo fue, pero sí es una sociedad decente. Con muchos problemas, pero una buena sociedad. Paraíso, no señor.

¿Y como sueco, se siente culpable de algo?

No, culpable no. Pero creo, cada día, que estamos viviendo en un mundo terrible. Y yo trato de usar mi poder, en la medida de lo posible, para hacer algo al respecto. Y doy dinero. Podría ser un hombre muy rico pero regalo el dinero. Acabo de dar un millón y medio de dólares para crear un hogar para niños huérfanos en Africa para que puedan tener un futuro. Eso es algo maravilloso que se puede hacer. Pero culpa no. Estoy muy enojado y trato de luchar contra esto. Cada mañana me levanto con el sentimiento de que estamos viviendo en un mundo terrible. Tenemos una crisis financiera en el mundo y los que más están sufriendo son los que nunca tuvieron nada que ver con esa crisis. Son las personas más pobres de la Argentina y de Africa. ¿Qué han tenido que ver con Wall Street y Estados Unidos? Nada. Y son los que más están sufriendo. Eso es algo terrible. Camino por la calle aquí y veo a familias enteras viviendo en las calles y me pregunto, Dios mío, ¿qué tiene que ver esta gente con Wall Street? Nada. Por eso, vivimos en un mundo terrible. Estoy muy enojado. Y seguiré estando enojado toda mi vida. Espero.

En su novela "Asesinos sin rostro", una anciana, antes de morir, susurra una palabra: "extranjero..." En el libro esa palabra tiene un peso muy fuerte...

Pero mire, en ese libro, la historia trata de la xenofobia y el racismo. Y en esa historia fueron realmente unos extranjeros los que cometieron ese crimen y yo siempre prefiero hablar de eso que no hacerlo. Creo que vivimos en un mundo donde hay mucha xenofobia y mucho racismo. Y una cosa que podemos hacer es hablar del tema. Ese libro tiene casi 20 años pero creo que es tan actual hoy como hace 20 años. Hanif Kureishi dice que los talleres de escritura son las nuevas clínicas psiquiátricas.

¿Usted qué piensa?

Diría: sin comentarios. Por otro lado, pienso que eso tiene dos aspectos. Si la gente siente que le gustaría escribir y entonces va a aprender, me parece bien. Pero si usted hace un curso sólo para ganar dinero en el que está engañando por ejemplo a chicos jóvenes que van y pagan porque les dicen que van a ser escritores, eso es muy malo. Pero contar historias siempre me parece importante, de modo que me parece que eso presenta dos aspectos.

¿Y usted, qué tipo de formación tuvo?

Ninguna. Simplemente escribir. Lo decidí cuando era joven y no he hecho otra cosa en mi vida. Empecé a escribir muy temprano. A los 19 años ya tenía mi primera obra de teatro llevada al escenario; a los 23 ya saqué mi primer libro. Nunca hice otra cosa. Soy una persona muy feliz ahora porque hago lo que soñé de chico. Nunca soñé otra cosa. Simplemente hice esto. Hoy hago exactamente lo que pensaba cuando tenía 10 años.

¿Y los sueños para usted, qué tan importantes son? ¿Lo ayudan a escribir...?

No creo que los sueños sean más importantes que otras cosas. Mis historias vienen de todas partes. Podrían salir de usted mismo, de esta habitación, de algo que leo, o de algo que sueño. No creo que los sueños sean específicamente importantes para mí.

Juan José Millás dice que hay cosas que quisimos preguntarles a nuestros padres pero que nos acordamos demasiado tarde de hacerlo... ¿Le quedaron preguntas sin responder?

No, no realmente. Mis padres –tanto mi padre como mi madre– están muertos. Pero yo creo que conseguí hablar con ellos de todo antes de que murieran o sea que no tengo la sensación de: ¡ah, hay tantas cosas que no sé! Y es lo que trato de hacer con mis hijos. Les digo: háblenme ahora, mientras estoy vivo. No esperen. Es lo que les digo.

¿Qué imagen le viene a la mente cuando escucha la palabra Argentina?

Ahhhhh, algo bueno. Algo mágico, algo místico. Porque cuando yo era chico, Buenos Aires, Argentina, tenía cierto toque místico, mágico. Brasil siempre fue Brasil: samba, todo era muy claro. Pero Argentina tenía algo de mágico, de oscuro, de secreto. En mi caso, siempre tuve la sensación de que mucha gente decía: Ah, tengo ganas de ir a Río de Janeiro. Y yo siempre decía: no, yo tengo ganas de ir a Buenos Aires. Y me preguntaban ¿por qué? ¿Tienen un festival de samba o algo? No, decía yo, iré a ver tango, lo que sea; pero quiero ir. No me pregunte por qué tengo esa imagen. Probablemente porque leí sobre la Argentina.

¿Y cuando escucha el nombre de Dagmar Hagelin?

Por supuesto, pero yo hablo de un impacto de Argentina antes de la dictadura. No se olvide de que yo soy un viejo, o sea que había pensado en la Argentina antes, pero la dictadura me hizo no venir a la Argentina. Porque nunca fui a España estando Franco y nunca iba a venir aquí en esa época. Y por supuesto Dagmar Hagelin fue un símbolo de la crueldad del capitán Astiz. Son personas sobre las que sabemos pero mi imagen de la Argentina se remonta mucho más lejos: a Eva Perón y Juan Perón. Durante la dictadura hubo muchos argentinos que vinieron a Suecia y algunos volvieron. Llegaron a Suecia en esos años, esos tiempos terribles.

En "El chino" usted describe a los maoístas en los años sesenta suecos. ¿Usted fue maoísta?

No, no, no. Siempre fui muy radical pero nunca fui estúpido. Nunca entré en esas sectas extremas. Son casi como una religión. Nunca formé parte, pero lo veía y escribí mucho sobre eso. Radical sí fui. Pero nunca estuve en esa escena.

¿Hay algo que añora en su vida, algo de otra época, una nostalgia?

Sí, quizá, no haber tenido una hija... Siempre quise tener una hija pero tuve cuatro varones. Pero no puedo decir que añoro. Creo que no añoro nada. Mi privilegio es que no recibí nada gratis. Mi padre no era rico. Tuve que trabajar por todo, pero mi privilegio fue poder trabajar en lo que quería, nadie me lo impidió, pero nunca tuve nada gratis. Nunca.

¿En qué lugar del mundo desconocido le gustaría despertar o dormirse...?

Me gustaría mucho ir a la Isla de Pascua. También me gustaría visitar otra isla. ¿Conoce la historia del motín del Bounty? Es de hace 200 años. Un barco inglés llamado Bounty bajo el capitán Bligh. La tripulación se amotina y ponen al capitán en otro barco y lo mandan a una isla. Esa isla se llama Pitcairn y está en la Polinesia. Hoy usted puede ir y encontrar a la gente emparentada con los descendientes de esos ingleses que llegaron a la isla. Después me gustaría ir a la Antártida y supongo que podría cenar ahí. Le mencioné tres islas: la Antártida también es una isla.

¿Le habría gustado vivir en una época en particular?

No. Creo realmente que nuestro tiempo es muy dinámico y es una época muy excitante.

¿Es este el mundo en que soñó vivir cuando era joven?

No. Este mundo es mucho peor de lo que pensé. Estamos viviendo en un mundo malo.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Espero ser recordado como una persona que por lo menos trató de hacer el mundo un poquito mejor. Nada menos.


Fuente: Revista Ñ

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