14 de diciembre de 2025

“Call the Midwife”: ternura, luchas reales y el invevitable transcurrir del tiempo

Sentarse a ver Call the Midwife —o “Llama a la comadrona”, como la conocen en español— suele ser como refugiarse en un sofá cálido, te envuelve con su nostalgia, sus dramas humanos y su lucha cotidiana.
Pero con tantos años en la tv abierta inglesa, me parece que es necesario poner las lupa en las consecuencias cuando las historias se estiran demasiado. Lo difícil, es convivir con el paso de las temporada y por qué, para muchos críticos que he leído, el encanto original fue perdiendo su brillo.

Lo que hizo (y hace) que Call the Midwife valga la pena

- Una ventana honesta a historias poco visibilizadas: Desde su origen, la serie se basa en las memorias de Jennifer Worth, quien trabajó como partera en el East End de Londres en los años 50 y 60. 
Eso le da a Call the Midwife una base real, vivida, no hay glamour vacío, es un retrato de pobreza, desigualdad, vida dura, sueños, muertes, nacimientos; es lo humano en su forma más cruda y también en su forma más frágil.

- Un drama social con corazón y valentía moral: Aunque la atmósfera suele ser “acogedora”, la serie no rehúye temas fuertes: pobreza post-guerra, mortalidad infantil, enfermedades, abortos inseguros, pobreza, injusticias para mujeres, inequidades sociales.
Muchas críticas que leí la definen como una ficción “subversiva” porque detrás de los partos, los recién nacidos y los días grises, hay una serie consciente de los dramas reales, de las injusticias, del sufrimiento que muchas veces la historia oficial deja de lado. 

- Personajes entrañables, humanidad y esperanza en medio de la adversidad: El elenco —matronas, monjas, vecinas, familias humildes, madres, niños— funciona porque la serie respeta la dignidad de sus historias. Humor leve, lágrimas contenidas, alegrías fugaces, miedos reales: hay crudeza y ternura, a veces en una misma escena.
Y también: representa “sus voces” con mucho respeto, las de mujeres, pobres e invisibles. En un contexto pos-guerra donde esos relatos no eran normales de encontrar, Call the Midwife les dio visibilidad. 

- Un éxito de audiencia y su vigencia durante años: Desde su estreno en 2012, la serie conquistó audiencias enormes. La BBC la renovó una y otra vez: lo que comenzó como una ficción modesta basada en memorias pasó a ser un pilar del drama televisivo británico. 
A pesar de su ritmo pausado, muchas veces envuelto de nostalgia, logró que historias cotidianas, humanas y dolorosas llegaran a millones de personas: un logro difícil en tiempos de sobreproducción y ruido constante. 

Lo que se está perdiendo con el paso de las temporadas

Varias reseñas leídas sienten que la serie “se fue perdiendo con el tiempo” Con tanto recorrido (más de una década, muchas temporadas, cambios de elenco, actualizaciones históricas)  Call the Midwife fue modificando su equilibrio. Y para algunos espectadores ese cambio implicó pérdidas importantes.

Tiene un ritmo mas suave, menos crudeza y menos riesgo. En sus primeros tiempos, la serie tenía un balance entre ternura, drama social y cruda realidad. Con los años, ese balance se desplazó hacia lo “seguro”: historias más suaves, menos impactantes, conflictos menos extremos. Para algunos, perdió la fuerza del dolor real. Encontré una reseña que se refería a que su tono “heart-warming” a veces roza lo cursi. Muchos sienten que los clímax dolorosos, los dilemas intensos, las tragedias que hacían crujir la cotidianeidad, fueron reemplazados por melodramas más “amables”.

También acusa un desgaste por longevidad, con cambios de personajes y repetición de miradas sobre algún tema en particular.
Con el paso del tiempo, muchos personajes originales desaparecieron, otros envejecieron, se sumaron nuevas caras, nuevas familias, nuevas historias. Esa renovación generó un cierto desdibujamiento, lo que antes era íntimo se hizo coral; lo que era crudo se hizo tenue.

Hay que reconocer que a lo largo de las temporadas, el contexto histórico cambia, y con él, la verosimilitud.
Al avanzar en el tiempo dentro de la serie, las condiciones sociales, médicas y culturales cambian. Pero queda en evidencia que la serie a veces ajusta sus conflictos para que funcionen como drama contemporáneo más que como retrato histórico. Eso puede suavizar el impacto real que tenían ciertos problemas en la época. 
También se siente la perdida por el “East End pobre, crudo, post-guerra”. A medida que la serie alarga su línea temporal, esa crudeza se diluye: el barrio deja ser un pantano social para volverse un barrio más “normalizado”.

Por qué sigo creyendo que vale la pena

Si algo aprendí viendo Call the Midwife es que la vida no suele tener broches dorados ni finales limpios. Tiene heridas, silencios, decisiones pequeñas que pesan, nacimientos, muertes, renuncias, esperanzas rotas, sueños a medio armar. La serie, en su esencia, lo ha retratado con ternura, con crudeza, con humanidad.
Lo que no me convence del todo, es que esa evolución a veces implicó suavizar, embellecer, domesticar. Que la pobreza dejó de pesar, que los conflictos se resolvieron con ligereza, que el drama se transformó en confort.
Aun así, si pienso en lo mejor de Call the Midwife, pienso en aquellas historias que llenaron de voz a mujeres olvidadas, en vidas que merecieron nacer y sentirse, en medicinas emocionales administradas sin jeringas, con palabras, con empatía y con cuidado.

Por eso, si doy un veredicto honesto: Call the Midwife sigue valiendo muchísimo. Pero al verla ahora, siento que miro un retrato distinto al original; uno teñido por el paso del tiempo.

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